La Constitución de 1824 fue la primera Carta Magna de México como nación independiente, promulgada después de la disolución del Imperio de Agustín de Iturbide. Estableció un sistema federal, que dividió al país en estados libres y soberanos, y adoptó la forma de gobierno republicana. Implementó la división de poderes y reconoció al catolicismo como la religión oficial del Estado. Aunque representó un avance en la organización de la nación mexicana, enfrentó desafíos debido a la inestabilidad política y las tensiones entre federalistas y centralistas. Su legado sentó las bases para el sistema político federal mexicano y marcó el inicio de la vida constitucional del país.
La Constitución estableció al Poder Judicial como uno de los tres poderes de la Federación y creó a la Corte Suprema de Justicia, compuesta por ministros elegidos por las legislaturas estatales. Además, dispuso que “los individuos que compongan la Corte Suprema de Justicia, serán perpétuos en este destino, y solo podrán ser removidos con arreglo á las leyes”.
Siguiendo el sistema federal previsto en la propia Constitución, los estados también tenían sus propios tribunales. Este arreglo sentó las bases para la organización judicial en México.
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